El estudio encontró que los rasgos del apetito en la primera infancia están relacionados con los trastornos alimentarios en los adolescentes

En un estudio reciente publicado en Lancet Salud del Niño y del AdolescenteLos investigadores investigaron las relaciones longitudinales entre los rasgos apetitivos en la primera infancia y los síntomas de problemas alimentarios en la adolescencia.

Estancia: Rasgos del apetito en la primera infancia y síntomas de los trastornos alimentarios en la adolescencia: un estudio de seguimiento longitudinal de 10 años en los Países Bajos y el Reino Unido.. Crédito de la imagen: Oksana Kuzmina/Shutterstock.com

fondo

Los trastornos alimentarios y la obesidad son afecciones de salud mental comunes en todo el mundo, y el hambre es un factor de riesgo neuroconductual. Los trastornos alimentarios suelen estar asociados con otros problemas mentales y tienen una alta tasa de mortalidad.

La falta de estrategias de prevención eficaces exige investigaciones epidemiológicas para descubrir factores de riesgo y opciones de tratamiento innovadores.

Existen similitudes entre los trastornos alimentarios y el IMC, como el control de la alimentación y la superposición genética. La teoría de la labilidad conductual puede aplicarse a los trastornos alimentarios.

Sobre el estudio

El presente estudio investigó la relación entre los rasgos apetitivos en los niños y los trastornos alimentarios en los adolescentes.

El equipo analizó datos de la cohorte Géminis (Gales e Inglaterra) y Generación R (Rotterdam) para medir los rasgos del apetito utilizando el Cuestionario de conducta alimentaria infantil (CEBQ), basado en datos informados por los padres de niños de cuatro a cinco años y sus guardianes. Datos reportados para niños de 12 a 14 años.

Documentaron síntomas de trastornos por atracón (atracones, alimentación desordenada y alimentación emocional) y trastornos alimentarios restrictivos (conductas compensatorias y alimentación restrictiva).

El estudio Generación R incluyó mujeres embarazadas con fecha prevista de parto entre abril de 2002 y enero de 2006, resultando en 9.745 nacidos vivos. El grupo de estudio Géminis estuvo formado por 4.804 niños (2.402 parejas de gemelos).

Las medidas de resultado autoinformadas incluyeron trastornos alimentarios conductuales (comportamientos compensatorios y síntomas de atracones) y comportamientos alimentarios desordenados (alimentación restringida, alimentación desordenada y alimentación emocional).

El equipo evaluó las conductas compensatorias en los últimos tres meses utilizando la Evaluación del Desarrollo y Bienestar (DAWBA) y el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, Quinta Edición (DSM-5).

Evaluaron la alimentación restrictiva mediante el Cuestionario holandés de conducta alimentaria (DEBQ) y la alimentación emocional y descontrolada mediante el Cuestionario alimentario de tres factores (TFEQ).

Los investigadores utilizaron regresiones logísticas para determinar los odds ratios (OR), ajustando las variables sociodemográficas (edad en el momento de la evaluación de resultados, sexo biológico, edad gestacional, origen étnico, ingresos del hogar, educación materna e IMC materno) y edad y sexo ajustados del niño. El índice de masa corporal (IMC) se registra entre los cuatro y cinco años de edad.

Examinaron los efectos de interacción del apetito por sexo biológico y obtuvieron OR agrupadas mediante metanálisis, con análisis de sensibilidad realizados utilizando el método de ponderación inversa de tipo probit.

resultados

El estudio incluyó a 2.801 participantes de la Generación R y 869 participantes del estudio Gemini. Comer en exceso emocionalmente durante la primera infancia aumenta las probabilidades de que se produzca una conducta compensatoria en la adolescencia (OR, 1,2).

Por el contrario, una alta capacidad de respuesta a la saciedad condujo a menores probabilidades de sufrir trastornos alimentarios en los adolescentes (OR, 0,9) y probabilidades de comportamiento compensatorio (OR, 0,9).

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La alimentación lenta durante la primera infancia redujo la probabilidad de una alimentación restrictiva y una conducta compensatoria (OR 0,9 para ambos) en la adolescencia.

La hipótesis del estudio fue que una mayor capacidad de respuesta a los alimentos durante la primera infancia aumenta el riesgo de trastorno por atracón en la adolescencia, siendo el mayor riesgo los atracones (OR combinado, 1,5 por unidad de respuesta de refuerzo a los alimentos).

Contrariamente a la hipótesis, una alta capacidad de respuesta a los alimentos aumenta el riesgo de una alimentación restrictiva. En particular, la respuesta dietética aumentó para riesgos alimentarios restrictivos de moderados a altos (o 1,2 por unidad de aumento).

La respuesta a comer en exceso y a la angustia emocional entre los niños pequeños aumentó el riesgo de comportamiento general adolescente (OR combinado, 1,2 por unidad de aumento). El análisis de cohorte indicó que un mayor disfrute de la comida aumentaba las probabilidades de sufrir atracones entre los Géminis (o Géminis 1.6), pero no entre los participantes de la Generación R.

Comer en exceso emocionalmente durante la infancia aumentó las probabilidades de sufrir trastornos alimentarios en los adolescentes entre los participantes de Géminis (ORGemini 1.5).

Contrariamente a la hipótesis, los rasgos de aversión a la comida en la niñez no aumentaron las probabilidades de que los adolescentes tuvieran una alimentación restrictiva. Alternativamente, comer más lentamente redujo las probabilidades de desarrollar síntomas alimentarios restrictivos de moderados a graves (OR combinado, 0,9 por unidad de aumento).

La alimentación lenta y la respuesta de saciedad elevada redujeron significativamente las probabilidades de comportamiento compensatorio en los adolescentes (OR combinado de 0,9 y 0,9, respectivamente).

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Entre los participantes de la Generación R, la asociación entre la alimentación lenta durante la primera infancia y la alimentación restrictiva en la adolescencia mostró menores probabilidades entre las mujeres.

Sólo los participantes varones Géminis mostraron asociaciones positivas entre comer en exceso emocionalmente durante la primera infancia y comer y darse atracones emocionales en la adolescencia.

Conclusión

Los resultados del estudio mostraron que la respuesta nutricional en la primera infancia aumenta el riesgo de trastornos alimentarios en los adolescentes.

Por el contrario, una alimentación lenta y una sensación de saciedad elevada reducen la probabilidad de desarrollar trastornos alimentarios. Las características apetitivas en los niños pueden ser factores neuroconductuales tempranos que aumentan el riesgo de trastornos alimentarios.

Las prácticas de alimentación de los padres que ayudan a los niños a establecer hábitos alimentarios saludables incluyen educarlos para identificar el hambre y la saciedad internas, fomentar una alimentación más lenta y evitar alimentos por motivos distintos al hambre homeostática.

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