Los votantes españoles se cansan de la ideología progresista

Al final, el regreso de la izquierda no se produjo. El Partido Socialista del presidente Pedro Sánchez sufrió un gran revés en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023 en la Península Ibérica, a seis meses de las elecciones legislativas.

Todas las encuestas pronosticaban una victoria de la derecha en las dobles votaciones celebradas en todas las ciudades del país, en 12 de las 17 comunidades autónomas del país, pero nadie esperaba que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) sufriera una derrota tan grande.

La derecha, por su parte, está contenta: el Partido Popular (PP) de Alberto Núñez Feijo obtuvo el 31,5% de los votos, mientras que el PSOE apenas alcanzó el 28%. Pero, sobre todo, el PP ganó al menos 6 de las 10 regiones donde la coalición de Izquierdas había gobernado hasta ahora.

Además del PP, el otro gran triunfador fue el partido de derecha nacional Vox, que obtuvo un 7,19% de los votos a su favor, doblando su puntuación en cuatro años y logrando un impulso muy importante en varios parlamentos autonómicos.

Un giro a la derecha del electorado que sin duda se explica por los estragos de una ideología progresista que trabaja descaradamente desde hace años.

Así, el pasado mes de febrero, las dos leyes más avanzadas sobre transexualidad y aborto fueron aprobadas por la coalición de extrema izquierda en el poder: desde entonces, cualquier persona mayor de dieciséis años puede cambiar de «sexo» si así lo desea. Su identificación oficial es a través de una simple declaración administrativa, sin aportar informe médico ni constancia de hormonoterapia.

Los adolescentes de 14 a 16 años necesitan el consentimiento de los padres, mientras que los de 12 a 14 años necesitan luz verde de los tribunales.

En el Museo Progresista de los Horrores de España se puede ver legalizada la eutanasia en 2022 y permitiendo que «quienes padecen una enfermedad grave, incurable y causan un sufrimiento insoportable» acaben con su vida con una petición por escrito.

Finalmente, desde hace varios meses, los españoles ven los estragos de la ley Cela de educación aprobada en 2020, una reforma igualadora que, hasta ahora, ha sido de obligado cumplimiento, imponiendo «sensibilidad» a la ideología de género y derogando la misma. Se puede decir que el español es un «idioma común», lo que significa que el idioma de instrucción puede diferir de una región a otra. La única victoria es la estupidez.

Muchas leyes mal concebidas se votaron a toda prisa, dando testimonio de una cultura de trabajo y anulación que no fue muy apreciada por los votantes españoles. El Sínodo también intervino poco antes de las elecciones, reafirmando su «profundo desacuerdo» con la coalición liderada por Pedro Sánchez.

“Una perspectiva antropológica a partir de los currículos escolares [which advocate gender ideology, ed.] Estamos muy preocupados”, dijo Luis Javier Argello García, obispo auxiliar de Valladolid.

No hay duda de que los votantes españoles le han dado a su presidente del Gobierno un «no» formal a la «civilización» en curso de su país. Y el jefe del Ejecutivo no se equivocó: al día siguiente de su aplastante derrota, Pedro Sánchez anunció elecciones generales anticipadas el 23 de julio: al sur de los Pirineos hay en riesgo un verano largo y caluroso.

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